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martes, 10 de marzo de 2009

LIGA DE CAMPEONES | Liverpool 4 - R. Madrid 0 El Liverpool humilla al Real Madrid



El pasillo que conduce de los vestuarios al césped del viejo y mítico Anfield exige una parada bajo el cartel que nos sitúa en el escenario y nos avisa del peligro. This is Anfield. Un templo del fútbol mundial. La tradición pide tocar el letrero al pasar bajo él, pero la tradición no obliga a rendirse ni a salir con miedo. El Real Madrid no se rindió, porque no se lo permiten ni su orgullo ni su historia, pero sí salió asustado. Quizá porque se sentía inferior o, simplemente, porque no hay más que lo que se vio en Anfield. El Liverpool, con la ayuda del árbitro belga De Bleeckere, apabulló al Madrid en la primera media hora y dejó sentenciado el partido y la eliminatoria. Completó el trabajo en el inicio del segundo tiempo. El Madrid visitó Anfield por primera vez en su historia y salió de él humillado.
Por quinta temporada consecutiva el Madrid es eliminado en octavos de final de la Liga de Campeones. Pero con ser grave y preocupante, lo peor no es esto, sino la pobre imagen que va dejando por Europa estos años. Es un equipo capacitado para luchar por la Liga, pero muy lejos del nivel de los que aspiran de verdad a ganar la Champions. Un conjunto para andar por casa, con poco vuelo en las grandes citas continentales.
Podrá argumentar el Madrid, con razón, que se vio seriamente perjudicado por el árbitro, que no pitó una falta de Torres a Pepe en el primer gol del Liverpool y se inventó el penalti que provocó el segundo. Sin embargo, el análisis de esta eliminación no debe frenarse en estos gravísimos errores arbitrales, que tanto condicionaron el choque, y el bisturí debe operar directamente sobre el equipo y el club. La distancia que separa al Liverpool del Real Madrid es enorme y no porque la plantilla de los ingleses sea mucho mejor, sino por la fiabilidad del conjunto en estos compromisos, por la solvencia con la que se maneja en estas situaciones, porque sabe a lo que juega y porque desde hace años se nota la mano de un entrenador. Podrá gustar o no la filosofía de Rafa Benítez, pero este Liverpool trabaja desde hace años en la misma dirección. Sabe hacia dónde va y cómo quiere llegar a su destino. El Madrid deambula desde hace ya demasiados años sin rumbo fijo. A cada revés pega un bandazo y cambia de dirección.
El Liverpool impuso un ritmo altísimo de juego y ejecutó de forma perfecta una presión que ahogó al Madrid, que sin aire y sin ideas fue triturado por la máquina roja. Se refugió en las manos salvadoras de Casillas, que evitó al menos cuatro goles en el primer tiempo con intervenciones permitidas sólo a los más grandes. Y Casillas es el más grande ahora. A los tres minutos evitó con el pie el gol de Torres y en el saque de esquina posterior voló para desviar un tiro de Mascherano, que terminó con el balón besando el larguero después de rozarlo Casillas. Volvió a lucirse a los 22 minutos en una falta e instantes después salvó un disparo de Gerrard.
Pero Iker no puede ocultar todas las deficiencias del equipo y menos aún cuando las decisiones del árbitro soplan en contra. Al cuarto de hora Cannavaro falló en el despeje, al intentar alejar la pelota con una especia de chilena, Torres derribó con la mano a Pepe y aprovechó el envío posterior de Kuyt para batir a Casillas.
No pitó la falta el árbitro, que se volvió a equivocar cerca de la media hora cuando, a instancias de su asistente, interpretó como penalti un despeje de Heinze con el hombro. El argentino no tocó el balón con la mano, pero extendió el brazo y provocó con esa acción la equivocación del árbitro. Buena culpa de lo que le pasa la tiene el propio Heinze y su manía de sacar los brazos a pasear cuando está cerca de un rival u del balón. Gerrard, que completó una primera parte extraordinaria, transformó el lanzamiento.
Hubo que esperar casi media hora para ver al Madrid acercarse hasta Reina, aunque fue más por el cambio de táctica del Liverpool, que se replegó e invitó al Madrid a atacar para buscar la contra. Aunque por momentos, breves, el balón fuera de los blancos, el dueño del choque siempre fue el Liverpool.
Mascherano y un espectacular Xabi Alonso volvieron a desnudar a Lass y Gago, incapaces de sostener al equipo por el centro. Robben estuvo en el campo, pero no aportó nada y fue sustituido en el descanso por Marcelo. Esta vez no se puede hablar del egoísmo del holandés, porque apenas tocó la pelota.
El Liverpool acabó nada más salir de los vestuarios el trabajo que había iniciado en el primer tiempo. Babel centró desde la izquierda y Gerrard marcó al primer toque. Una buena acción de ataque que volvió a dejar en evidencia a la defensa madridista. Sergio Ramos pretendía jugar en Anfield el partido de su vida, pero disputó uno de los más discretos; Cannavaro nunca se enteró de por dónde le atacaban y Heinze estuvo mal. Sólo Pepe mantuvo el nivel que exige la camiseta blanca. En ataque el panorama no fue mucho mejor y Sneijder, Higuaín y Raúl no aportaron mucho más que el desaparecido Robben.
De ahí al final sólo hubo un intento del Madrid por mantener la dignidad, limitar los daños e intentar disimular la humillación. En eso se empleó más que nadie Casillas, que volvió a evitar otro gol de Torres con una magnífica intervención, pero que nada pudo hacer por impedir que el lateral izquierdo Dossena lograra el cuarto gol del Liverpool.
Lo demás que sucedió se queda en anécdota, como el cambio de Van der Vaart por Cannavaro o el de Guti por Gago. O ese gol anulado a Higuaín por fuera de juego. Asuntos menores ante la lección recibida por el Liverpool y Anfield. Es tiempo de reflexión.

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