Será muy difícil que el Real Madrid se encuentre un partido más fácil y un rival peor. Será imposible que suceda en Champions. El BATE Borisov se descubrió anoche como un equipo tan endeble que quien no desee irritarse por el famélico resultado deberá separar la victoria del partido como una nuez de la cáscara. Y tragar.
Ahora sí podemos afirmar que la clasificación del equipo bielorruso para la Champions, después de superar tres eliminatorias, ha sido una hazaña tan fabulosa como separar las aguas del Mar Rojo. O quizá ocurra que sus delanteros titulares, ausentes por sanción, son dos ángeles exterminadores sin los cuales sus compañeros se sienten afligidos y desnudos.
Sea como fuere, el Madrid no tardó ni un minuto en advertir lo terriblemente malo que era su rival y creo que su desgraciado adversario también entendió al primer momento la diferencia infinita que lo separaba del Madrid. Y esa realidad abrumó a ambos equipos. El poderoso se bloqueó por no abusar y el débil se paralizó para no resultar maltratado.
Sólo así, con ese mutuo congelamiento, se puede explicar la falta de tensión que envolvió al Madrid tras el gol de Sergio Ramos. Ese tanto, que en condiciones normales hubiera sido el primero de siete u ocho, dio paso a una tregua desesperante que aprovecharon los rusos para aprender a centrar al área, pasar al compañero y salir tocando. Para jugar al fútbol, al fin y al cabo.
Dispuso de ocasiones el Madrid, naturalmente. Antes de abrir el marcador, Robben y Guti se repartieron las mejores y las fallaron por obvias. Porque cuando uno está preparado para las dificultades laberínticas se atasca en las facilidades de catón. En una de esas oportunidades Guti encaró la portería y le venció el rubor de lo sencillo, la defensa rota y el guardameta tiritón. Disparó fuera, como si prefiriera la rendición del enemigo a su aplastamiento.
Miedo. Guti, como el resto, debía detectar el miedo bielorruso. Y el primero que lo transpiraba era el joven entrenador, que estrenaba un traje que le servirá cuando engorde. Hay que poner en duda la preparación para esta cita de un chico de 31 años que lo más emocionante que ha vivido es La Guerra de las Galaxias, la cuarta parte.
En defensa del Madrid hay que señalar que cualquiera que haya jugado al fútbol sabe que los equipos malos contagian y frente a ellos hasta el más preciosista termina por pisarse los cordones. En esos encuentros lo más fácil es hacerse daño y fue lo que le ocurrió a Gago, que abandonó el campo lesionado. Le sustituyó Diarra, que, como no es hombre de sutilezas, mejoró el ánimo del Madrid.
Tras los silbidos que despidieron al equipo en la primera mitad, los jugadores salieron más implicados en la segunda parte. También colaboró el lateral Khagush, que vio la segunda amarilla por una entrada tan excesiva como absurda. Incluso así se estiró un poco el BATE, con Kryvets al mando de las operaciones pero sin respuesta al otro lado del teléfono.
Van Nistelrooy marcó el segundo en un rebote. Chutó Raúl, rechazó el portero y el balón tropezó en un defensa para volar hasta la red. Allí, sobre la raya, lo interceptó la puntera telescópica del holandés.
Se acercó más el Madrid y eso apaciguó los ánimos del público. Se recuerda un buen tiro de Ramos, tras control y volea. Y otro de Van der Vaart. Luego finalizó el partido y salieron todos corriendo.
Ahora sí podemos afirmar que la clasificación del equipo bielorruso para la Champions, después de superar tres eliminatorias, ha sido una hazaña tan fabulosa como separar las aguas del Mar Rojo. O quizá ocurra que sus delanteros titulares, ausentes por sanción, son dos ángeles exterminadores sin los cuales sus compañeros se sienten afligidos y desnudos.
Sea como fuere, el Madrid no tardó ni un minuto en advertir lo terriblemente malo que era su rival y creo que su desgraciado adversario también entendió al primer momento la diferencia infinita que lo separaba del Madrid. Y esa realidad abrumó a ambos equipos. El poderoso se bloqueó por no abusar y el débil se paralizó para no resultar maltratado.
Sólo así, con ese mutuo congelamiento, se puede explicar la falta de tensión que envolvió al Madrid tras el gol de Sergio Ramos. Ese tanto, que en condiciones normales hubiera sido el primero de siete u ocho, dio paso a una tregua desesperante que aprovecharon los rusos para aprender a centrar al área, pasar al compañero y salir tocando. Para jugar al fútbol, al fin y al cabo.
Dispuso de ocasiones el Madrid, naturalmente. Antes de abrir el marcador, Robben y Guti se repartieron las mejores y las fallaron por obvias. Porque cuando uno está preparado para las dificultades laberínticas se atasca en las facilidades de catón. En una de esas oportunidades Guti encaró la portería y le venció el rubor de lo sencillo, la defensa rota y el guardameta tiritón. Disparó fuera, como si prefiriera la rendición del enemigo a su aplastamiento.
Miedo. Guti, como el resto, debía detectar el miedo bielorruso. Y el primero que lo transpiraba era el joven entrenador, que estrenaba un traje que le servirá cuando engorde. Hay que poner en duda la preparación para esta cita de un chico de 31 años que lo más emocionante que ha vivido es La Guerra de las Galaxias, la cuarta parte.
En defensa del Madrid hay que señalar que cualquiera que haya jugado al fútbol sabe que los equipos malos contagian y frente a ellos hasta el más preciosista termina por pisarse los cordones. En esos encuentros lo más fácil es hacerse daño y fue lo que le ocurrió a Gago, que abandonó el campo lesionado. Le sustituyó Diarra, que, como no es hombre de sutilezas, mejoró el ánimo del Madrid.
Tras los silbidos que despidieron al equipo en la primera mitad, los jugadores salieron más implicados en la segunda parte. También colaboró el lateral Khagush, que vio la segunda amarilla por una entrada tan excesiva como absurda. Incluso así se estiró un poco el BATE, con Kryvets al mando de las operaciones pero sin respuesta al otro lado del teléfono.
Van Nistelrooy marcó el segundo en un rebote. Chutó Raúl, rechazó el portero y el balón tropezó en un defensa para volar hasta la red. Allí, sobre la raya, lo interceptó la puntera telescópica del holandés.
Se acercó más el Madrid y eso apaciguó los ánimos del público. Se recuerda un buen tiro de Ramos, tras control y volea. Y otro de Van der Vaart. Luego finalizó el partido y salieron todos corriendo.
tomado de http://www.as.com/
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