Los amistosos son falacia en el fútbol. No existen. Máxime si los que se posicionan en frente visten la 'azzurra' y la 'canarinha'. Los himnos, con los italiano abrazados y comandados por un Gianluigi Buffon que cantaba como un poseso mirando al cielo; y con los brasileños concentrados y amenizados, de nuevo, con la sonrisa de Ronaldinho, ya reflejaban, antes del inicio el partido, que lo de hoy no era un juego.
Y es que un Brasil-Italia sabe a historia, huele a máxima rivalidad. Entre ambas estirpes suman nueve Copas del Mundo, cinco la brasileña (1958, 1962, 1970, 1994, 2002); cuatro, la italiana (1934, 1938, 1982, 2006). Primero y segundo en el ranking de los mundiales. Había muchas cuentas pendientes que resolver en el Emirates de Londres entre las dos últimas dos campeonas del Mundo.
Carlos Dunga se jugaba su futuro al frente de la 'canarinha', Marcello Lippi ponía sobre la mesa su récord de 32 partidos invicto con la 'azzurra'. El italiano perdió la apuesta y Brasil recuperó su fútbol y seña de identidad.
Grosso, el héroe de Alemania 2006, avisó con un gol en fuera de juego y dio el pistoletazo de salida al espectáculo. El lateral izquierdo remató de primeras un preciso centro de Pirlo y batió por alto a Julio César, que salió despistado. El juez de línea reestableció el 0-0 inicial anulando el tanto.
Poco después, Cannavaro se dejó la cartera en el mostrador de la tienda y el 'caco' Robinho a punto estuvo de robársela en un balón suelto entre la defensa azul y Buffon. El propio zaguero madridista se encargó de detener al ex blanco.
Elano, Robinho y Ronaldinho, con Melo y Silva en la contención, recuperaron por un día el juego con balón (sello característico de la 'brasileira', perdido con el propio Dunga) e hicieron olvidar la añorada ausencia de Kaká. En el 13, el piropo se convirtió en regalo. Ronaldinho arrancó desde la izquierda como en sus mejores tiempos en el Camp Nou, contactó con Elano, que hizo la pared con Robinho, y el 7 de Brasil marcó ante la salida de Buffon. Funcionó la conexión del Manchester City (antes en el Santos) y Elano puso el 1-0.
La gran jugada brasileña disimuló la mala colocación de una defensa impropia de la selección italiana. Primero fue Cannavaro, luego Zambrotta y después Pirlo, quienes demostraron la debilidad de la zaga en diversas jugadas. En una de ellas, Robinho, con guante blanco y sin dejar huellas, afanó la bola a un confiado Pirlo y con máxima pulcritud 'vaciló' a Zambrotta y puso en el palo largo de Buffon el segundo de la pentacampeona. A Italia sólo le quedaba apelar a la heroica.
Desesperados ante el recital brasileño
Rossi y Luca Toni fueron las principales cartas que sacó Lippi tras el descanso. El experimento Pepe-Di Natale de la primera parte fue nulo. Lippi se resistía a asumir la derrota y completó el ataque con Camoranesi y Perrotta.
Pero el propio juego de la 'azzurra' agrandaba la utópica remontada. Sin ritmo, sin presión, sin contundencia. Desordenada y perdida. Italia se limitaba a contemplar las bicicletas, el gambeteo, los taconazos y los regates de un Robinho que parecía volver a disfrutar del fútbol jugando rodeado de calidad. Y sin dejar pasar por alto el partidazo de Ronaldinho, que alardeaba de resultado y cualidades técnicas delante de su compañero en el Milán Pirlo, con 'bailoteos' en ocasiones innecesarios, pero agradecidos por el público del Emirates.
Entre frivolidad y frivolidad de la 'brasileira', el italiano Luca Toni, con aspecto de jugador NBA, olvidó las reglas del fútbol y cogió literalmente la pelota con las manos antes de batir a Julio César. Era el 64 de la segunda parte, el colegiado acertó anulando el gol del gigantón.
Poco después, Dani Alves compró su entrada para el circo (70') y reforzó la banda derecha jugando de interior, delante de Maicon. Por la izquierda Marcelo parecía Roberto Carlos. El Bernabéu es consciente de que saber jugar sí sabe.
A Brasil le salió todo y hasta Julio César dejó en evidencia a Buffon. Con el partido llegando a su fin, el meta brasileño le sacó una mano salvadora a Luca Toni, primero, y despejó una precisa falta de Grosso, después. El destino estaba escrito.
Y así acabó el partido, con Brasil disfrutando de nuevo del fútbol y con Italia herida en su orgullo. La 'amarilla', con sus cinco títulos mundiales en el bolsillo, sigue mandando incluso en los amistosos (como ha demostrado hoy) y ni siquiera la Italia de los cuatro campeonatos le puede hacer sombra. Lippi ha de estar orgulloso, mejor romper su racha en el "derbi del mundo", que no en un partido más cotidiano.
Y es que un Brasil-Italia sabe a historia, huele a máxima rivalidad. Entre ambas estirpes suman nueve Copas del Mundo, cinco la brasileña (1958, 1962, 1970, 1994, 2002); cuatro, la italiana (1934, 1938, 1982, 2006). Primero y segundo en el ranking de los mundiales. Había muchas cuentas pendientes que resolver en el Emirates de Londres entre las dos últimas dos campeonas del Mundo.
Carlos Dunga se jugaba su futuro al frente de la 'canarinha', Marcello Lippi ponía sobre la mesa su récord de 32 partidos invicto con la 'azzurra'. El italiano perdió la apuesta y Brasil recuperó su fútbol y seña de identidad.
Grosso, el héroe de Alemania 2006, avisó con un gol en fuera de juego y dio el pistoletazo de salida al espectáculo. El lateral izquierdo remató de primeras un preciso centro de Pirlo y batió por alto a Julio César, que salió despistado. El juez de línea reestableció el 0-0 inicial anulando el tanto.
Poco después, Cannavaro se dejó la cartera en el mostrador de la tienda y el 'caco' Robinho a punto estuvo de robársela en un balón suelto entre la defensa azul y Buffon. El propio zaguero madridista se encargó de detener al ex blanco.
Elano, Robinho y Ronaldinho, con Melo y Silva en la contención, recuperaron por un día el juego con balón (sello característico de la 'brasileira', perdido con el propio Dunga) e hicieron olvidar la añorada ausencia de Kaká. En el 13, el piropo se convirtió en regalo. Ronaldinho arrancó desde la izquierda como en sus mejores tiempos en el Camp Nou, contactó con Elano, que hizo la pared con Robinho, y el 7 de Brasil marcó ante la salida de Buffon. Funcionó la conexión del Manchester City (antes en el Santos) y Elano puso el 1-0.
La gran jugada brasileña disimuló la mala colocación de una defensa impropia de la selección italiana. Primero fue Cannavaro, luego Zambrotta y después Pirlo, quienes demostraron la debilidad de la zaga en diversas jugadas. En una de ellas, Robinho, con guante blanco y sin dejar huellas, afanó la bola a un confiado Pirlo y con máxima pulcritud 'vaciló' a Zambrotta y puso en el palo largo de Buffon el segundo de la pentacampeona. A Italia sólo le quedaba apelar a la heroica.
Desesperados ante el recital brasileño
Rossi y Luca Toni fueron las principales cartas que sacó Lippi tras el descanso. El experimento Pepe-Di Natale de la primera parte fue nulo. Lippi se resistía a asumir la derrota y completó el ataque con Camoranesi y Perrotta.
Pero el propio juego de la 'azzurra' agrandaba la utópica remontada. Sin ritmo, sin presión, sin contundencia. Desordenada y perdida. Italia se limitaba a contemplar las bicicletas, el gambeteo, los taconazos y los regates de un Robinho que parecía volver a disfrutar del fútbol jugando rodeado de calidad. Y sin dejar pasar por alto el partidazo de Ronaldinho, que alardeaba de resultado y cualidades técnicas delante de su compañero en el Milán Pirlo, con 'bailoteos' en ocasiones innecesarios, pero agradecidos por el público del Emirates.
Entre frivolidad y frivolidad de la 'brasileira', el italiano Luca Toni, con aspecto de jugador NBA, olvidó las reglas del fútbol y cogió literalmente la pelota con las manos antes de batir a Julio César. Era el 64 de la segunda parte, el colegiado acertó anulando el gol del gigantón.
Poco después, Dani Alves compró su entrada para el circo (70') y reforzó la banda derecha jugando de interior, delante de Maicon. Por la izquierda Marcelo parecía Roberto Carlos. El Bernabéu es consciente de que saber jugar sí sabe.
A Brasil le salió todo y hasta Julio César dejó en evidencia a Buffon. Con el partido llegando a su fin, el meta brasileño le sacó una mano salvadora a Luca Toni, primero, y despejó una precisa falta de Grosso, después. El destino estaba escrito.
Y así acabó el partido, con Brasil disfrutando de nuevo del fútbol y con Italia herida en su orgullo. La 'amarilla', con sus cinco títulos mundiales en el bolsillo, sigue mandando incluso en los amistosos (como ha demostrado hoy) y ni siquiera la Italia de los cuatro campeonatos le puede hacer sombra. Lippi ha de estar orgulloso, mejor romper su racha en el "derbi del mundo", que no en un partido más cotidiano.
tomado de http://www.as.com/
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