Había ganas de ver a España. Justo después de aprender a ser campeones aprendimos a esperar con ilusión el regreso de la selección, tan acostumbrados como estábamos a recibir estos habituales bolos veraniegos y tempraneros con cierto hastío, con síntomas de estrés post-traumático tras la derrota en cuartos (o peor) de turno. Tan habituados siempre a recibir con algo de desdén y desilusión el comienzo de los ciclos bien de Eurocopa o bien de Mundial, capaces a veces de recordarnos que no hay situación tan mala que no sea susceptible de empeorar. Para el recuerdo y la historia negra de la selección (superada y archivada de un plumazo en Viena) quedan derrotas lastimosas en Chipre o Irlanda del Norte.
Esta vez sin embargo había ganas de roja y de himno, y un amistoso intrascendente, incrustado en plenos fastos olímpicos, llamaba a la puerta con un menú sorprendentemente sugerente: primer partido para la campeona de Europa y número uno del ranking FIFA. Debut de un nuevo proyecto con Vicente del Bosque al frente y con Luis Aragonés y todas sus circunstancias y atronador éxito final ya en el pasado. Y, además, un rival que forma parte de algunos de los momentos más felices de nuestra historia: de Querétaro al gol de Hierro y de ahí a un partido hace diez meses en el que España se encontró a sí misma y puso rumbo a una Eurocopa donde, nunca lo olvidaremos, no sólo ganó el título sino que asombró al mundo con la quinta esencia de su fútbol de toque.
Así que, en definitiva, había interés por ver el inicio de un nuevo camino y por recordar al equipo que hizo latir al unísono el corazón de todo el país, el mismo que vive hoy encogido por la tregadia de Barajas, que cambió los homenajes al campeón por los brazaletes negros y el minuto de silencio. Después, llegó el fútbol y España ganó porque ha cogido carrerilla y su inercia es ganadora. Porque se mira al espejo y se ve más fuerte, más alta, más guapa. Porque tiene una generación de jugadores que igual que ha sabido romper con mitos casi tragicómicos, es capaz no sólo de ser campeona sino de de sentirse como tal. Y Dinamarca, ese equipo que siempre propone fútbol gracias al buen gusto de Morten Olsen, ha sido la primera en comprobarlo.
La pretemporada del bloque campeón
Una de las grandes virtudes de Vicente del Bosque como entrenador es su naturalidad y su capacidad para adaptarse a sus jugadores. Así fue en el Madrid y seguramente será así en la selección. Esta vez además las cartas estaban marcadas, porque era obligado el tributo a los héroes de la Eurocopa y así el equipo inicial no tuvo más ajuste con respecto al mes de junio que la presencia de Albiol en lugar del lesionado Marchena. Pero desde el primer minuto quedó claro que el lujo y la grandeza de la Eurocopa no viaja a los amistosos de pretemporada, que es más pretemporada precisamente para los internacionales, que han comenzado más tarde a trabajar. Así las cosas, con la nula tensión competitiva y la precaria condición física, no era un día especialmente propicio para sacar conclusiones. La mano de Del Bosque irá dejando sus pinceladas en el futuro en un equipo que jugó ante Dinamarca con su estilo reconocible, porque así es como juegan sus integrantes, pero con las lógicas lagunas en cuanto a tensión y ritmo y sin la precisión exquisita de la Eurocopa, por mucho que de nuevo todo girara en torno al compás de Xavi, cada vez más líder, en la selección y en el Barcelona, padre de prácticamente todas las jugadas de peligro e instigador de los momentos de mayor agitación ofensiva a base de combinaciones y juego inteligente con el pase en corto alternando con los balones en profundidad que son la lanzadera de despegue favorita de otro jugador al que no han abandonado las musas de Austria y Suiza: Fernando Torres.
El delantero del Liverpool estuvo espléndido cada vez que pudo jugar con espacios. Su movilidad fue lo mejor de España y lo poco que revolucionó las constantes vitales mortecinas de una primera parte que dejó la habitual gran intervención de Casillas, esta vez a remate de Jensen, unas cuantas imprecisiones defensivas (en la peor, de Albiol, Puyol salvó el gol danés) y un penalti claro sobre Torres que el árbitro, sueco, pasó por alto. A España le costaba mucho superar la presión del rival en el centro del campo, con Silva e Iniesta muy desconectados y el balón viajando con demasiada lentitud hasta que llegaba a los pies de Xavi, encargado de dar sentido al juego y autor del último remate de peligro con una volea en el área que salvó Sorensen.
Dominio insultante en la segunda parte
La segunda parte nació con noticias, Xabi Alonso por Silva y Capel por Villa, y se convirtió en un monólogo de España desde el primer minuto, en el que Torres rozó el gol tras la mejor jugada del partido, en la que combinó con Senna y el omnipresente Xavi. Dinamarca había bajado otra marcha y dejó de morder para simplemente incordiar la circulación de balón española. Pronto marcó Xabi Alonso, tras excepcional gesto técnico y asistencia de Torres, y el resto fue coser y cantar, desde el dominio a la superioridad abrumadora y de ahí prácticamente al rondo.
Capel dejó detalles y exhibió descaro y desorden en el mejor sentido de la palabra y quedó espacio para que debutara Iraola y para que España, tras su perezosa primera parte, acabara gustándose y pasando por encima de un rival absolutamente desaparecido. Así las sensaciones fueron mejorando, la fragancia de la Eurocopa se hizo más presente y España redondeó el marcador con dos tantos más, un golazo de Xavi para premiar su magnífico partido y otro, casi en el cierre, de nuevo para Xabi Alonso. En vena, España rozó el cuarto con un disparo al palo de Cazorla y dejó finalmente un marcador lustroso, un funcionamiento más que positivo (casi óptimo con el calendario en la mano) y la agradable sensación de que gana por inercia y porque cree en sí misma con una determinación absoluta. Esa es la mejor herencia que recoge Vicente del Bosque, que aprueba con holgura y una segunda parte de nota alta en su primer test como seleccionador, que ha demostrado que puede afrontar los verdaderos exámenes con total tranquilidad.
tomado de www.as.com
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