Todas las contradicciones del fútbol aparecieron en el Camp Nou, escenario de una lección del Barcelona al Valencia el día en que comenzaron a florecer los goles de color azulgrana para desgracia del Valencia, convertido en un despojo, perdido en medio del desierto, incapaz de apelar siquiera a la orgullo para evitar un espantoso ridículo.
El Barça rompió una racha de más de 400 minutos sin marcar. Lo hizo cuando su temporada prácticamente se ha cerrado ante un equipo de primera línea obligado a pelear por no caer a Segunda división. Toda la actitud que se le suponía al Valencia la tuvo el Barcelona.
Frente a un rival desubicado y falto de tensión competitiva, el Barcelona recuperó algunos de los elementos que un día le hicieron grande. Sobre todo, el juego coral. El balón circuló con fluidez. De Valdés en adelante, cada jugador cumplió con su papel. Y por encima de todos, la espontaneidad de Messi, principio y final del Barça, único gran referente del equipo azulgrana con permiso de Bojan.
El argentino abrió el marcador y participó en la jugada del segundo gol. Todo antes del minuto 8. El Valencia, sin voz ni voto durante los 90 minutos, bajó la cabeza de mala manera.
Uno tras otro
Después de Messi, le llegó el turno a Henry. Cuestionado, el francés firmó el tercer gol tras una excelente combinación con Eto'o y el cuarto, ya en la reanudación, en una acción de autor. Controló el balón en el vértice del área y lo golpeó suave, una parábola que superó a Hildebrand. Como en los viejos tiempos. Ni lo celebró Henry, síntoma de la resignación en la que vive el Barça.
No estuvo a la altura de las circunstancias el Valencia. Exigido por la clasificación, mostró todas las carencias que le han condenado a vivir en un páramo. Se ha convertido en un equipo surrealista y le esperan compromisos de infarto, Zaragoza, Levante y Atlético de Madrid, como epílogo de una temporada demasiado errática.
Ninguna de las virtudes del equipo que ganó la Copa aparecieron en el Camp Nou. Ni la solidaridad defensiva ni el acierto en ataque. Ni siquiera la lucha en los balones divididos. El terreno de juego se le hizo enorme. Dimitió del partido al cuarto de hora de juego, circunstancia que retrata su fragilidad y el estado de ansiedad en el que vive instalado.
Bojan se suma a la fiesta
La invitación del Valencia la recogió agradecido el Barcelona. Los pañuelos de queja que asomaron en el Camp Nou con el pitido inicial se convirtieron en la goleada de la Liga. El Barcelona acudía a un juicio, pero disfrutó de una fiesta, coronada en la segunda parte por la irrupción de Bojan, el futuro del equipo.
Por fin disfruta el conjunto azulgrana de un ''nueve'' de la casa, capaz de moverse por el área con la autoridad de un veterano. Bojan remató con solvencia un extraordinario balón de Deco para firmar el quinto gol, y empujó un servicio de Gudjohnsen para apuntillar al Valencia, víctima de un Barcelona que vivió una de sus tardes más plácidas contra todos los pronósticos. Al otro lado, un equipo descompuesto y sin rumbo, un histórico obligado a apretar los dientes hasta el último aliento para huir del fracaso.
tomado de http://www.as.com/
El Barça rompió una racha de más de 400 minutos sin marcar. Lo hizo cuando su temporada prácticamente se ha cerrado ante un equipo de primera línea obligado a pelear por no caer a Segunda división. Toda la actitud que se le suponía al Valencia la tuvo el Barcelona.
Frente a un rival desubicado y falto de tensión competitiva, el Barcelona recuperó algunos de los elementos que un día le hicieron grande. Sobre todo, el juego coral. El balón circuló con fluidez. De Valdés en adelante, cada jugador cumplió con su papel. Y por encima de todos, la espontaneidad de Messi, principio y final del Barça, único gran referente del equipo azulgrana con permiso de Bojan.
El argentino abrió el marcador y participó en la jugada del segundo gol. Todo antes del minuto 8. El Valencia, sin voz ni voto durante los 90 minutos, bajó la cabeza de mala manera.
Uno tras otro
Después de Messi, le llegó el turno a Henry. Cuestionado, el francés firmó el tercer gol tras una excelente combinación con Eto'o y el cuarto, ya en la reanudación, en una acción de autor. Controló el balón en el vértice del área y lo golpeó suave, una parábola que superó a Hildebrand. Como en los viejos tiempos. Ni lo celebró Henry, síntoma de la resignación en la que vive el Barça.
No estuvo a la altura de las circunstancias el Valencia. Exigido por la clasificación, mostró todas las carencias que le han condenado a vivir en un páramo. Se ha convertido en un equipo surrealista y le esperan compromisos de infarto, Zaragoza, Levante y Atlético de Madrid, como epílogo de una temporada demasiado errática.
Ninguna de las virtudes del equipo que ganó la Copa aparecieron en el Camp Nou. Ni la solidaridad defensiva ni el acierto en ataque. Ni siquiera la lucha en los balones divididos. El terreno de juego se le hizo enorme. Dimitió del partido al cuarto de hora de juego, circunstancia que retrata su fragilidad y el estado de ansiedad en el que vive instalado.
Bojan se suma a la fiesta
La invitación del Valencia la recogió agradecido el Barcelona. Los pañuelos de queja que asomaron en el Camp Nou con el pitido inicial se convirtieron en la goleada de la Liga. El Barcelona acudía a un juicio, pero disfrutó de una fiesta, coronada en la segunda parte por la irrupción de Bojan, el futuro del equipo.
Por fin disfruta el conjunto azulgrana de un ''nueve'' de la casa, capaz de moverse por el área con la autoridad de un veterano. Bojan remató con solvencia un extraordinario balón de Deco para firmar el quinto gol, y empujó un servicio de Gudjohnsen para apuntillar al Valencia, víctima de un Barcelona que vivió una de sus tardes más plácidas contra todos los pronósticos. Al otro lado, un equipo descompuesto y sin rumbo, un histórico obligado a apretar los dientes hasta el último aliento para huir del fracaso.
tomado de http://www.as.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario