Muerta de miedo, Alemania alcanzó Viena después de ser sometida a una tunda por Turquía. Así es el fútbol, que diría Lineker, un deporte que juegan once contra once para que ganen los alemanes ni que sea por inercia. Anoche les redimieron tres remates a portería. La Nationalmannschfat fue un cuento chino porque ni jugó bien a fútbol ni ganó por intimidación sino que se encontró con la victoria porque Turquía se desvencijó en la última jugada. Lahm alcanzó el campo contrario y no paró hasta rematar a la red después de quebrar a Kazim-Kazim, que yacía en el campo lesionado en la jugada, derrengado como todos sus compañeros. A Turquía le pudo finalmente el desgaste después de un ejercicio estupendo y un campeonato sensacional.
Alemania se había encontrado tan a gusto frente a Portugal que ayer repitió el mismo equipo y plan contra Turquía. Löw ha llenado el medio campo con dos volantes defensivos y tres centrocampistas de ataque, para suerte de Ballack, que debería sentirse el jugador más libre del mundo. A gusto está también aparentemente Klose, porque es el punto y final del equipo, asistido en las bandas por el revoltoso Schweinsteiger y Podolski, que tiene alma de delantero.
Ocurre que no hay dos partidos iguales ni una fórmula infalible en el fútbol. Alemania salió al campo como si no hubiera partido. Destensados, sus jugadores empezaron a taconear, a jugar al pie, sin tirar un desmarque, faltos de velocidad y agresividad, superados por la valiente Turquía. La fuerza de los turcos no está en la alineación sino en el colectivo que ocupa la cancha y en la hinchada que grita en la grada y sale a la calle, poseídos todos por una determinación sobrenatural. La fe del ultranacionalista Terim es contagiosa incluso para el extremo londinense Kazim-Kazim.
Al seleccionador le alcanzó con los 18 jugadores que constaban en el acta para disputarle la victoria a Alemania. Ni siquiera la falta de Arda Turan y de Nihat, dos jugadores que marcan diferencias, debilitaron a un plantel tan escaso de recursos que Servet Cetin se sentó en el banquillo pese a que se le han diagnosticado cinco lesiones. Turquía tomó la pelota nada más comenzar el partido y le dio una lección de fútbol a Alemania.
Muy bien plantados, con Kazim y Ugur Boral abriendo el terreno y Mehmet Aurelio reduciendo a Ballack, los turcos acamparon en campo alemán. El suyo fue un despliegue tan intimidador como hermoso por la facilidad con que le escondieron la pelota y alcanzaron la portería de Lehmann, desquiciado desde el remate de Altintop a los cinco minutos. Turquía tiraba con bala ante la acobardada Alemania: los laterales no podían con los extremos y a los centrales les entraba el vértigo con los movimientos de Semih y las entradas del lateral Sabri.
Así llegó el gol de Ugur Boral en un rechace del travesaño después de un tiro de Kazim. Turquía vio que tiritaba el meta y la zaga alemanas y les sacudió con un juego dinámico, alegre, muy coral. A Alemania le redimió como ya es costumbre la fortuna, pues alcanzó el empate en la única llegada franca que tuvo antes del descanso. Podolski profundizó por la izquierda y su centro lo remató Schweinsteiger en una acción calcada a la del gol que le metió a Portugal. La igualada, sin embargo, no alteró el tono del encuentro. Jugaba Turquía contra Lehmann. No había noticias de Ballack, atado por Aurelio. El partido pertenecía a un turco del Bayern Múnich: Hamit Altintop.
Frings acudió entonces en ayuda de Ballack y Alemania ganó un poco de energía. Lahm empezó a salir de su área, Schweistenger pidió la pelota y a los turcos perdieron encanto porque empezaron a repartir estopa. Iban a defender fuerte después de atacar con gracia, y su sentido de la solidaridad auguraba que para Alemania el partido continuaría siendo muy complicado. Turquía organizaba unos rondos estupendos, prueba evidente de su técnica y harmonía, frente a quien la considera una horda. Los turcos son unos buenos peloteros y su dominio del cuero y buena lectura del juego se agranda cuando enfrentan a rivales físicos del estilo de Alemania. A excepción de Portugal, nadie ha sabido cómo jugarle a Turquía.
El monólogo de los turcos fue tan amplio que incluso le concedieron un gol a Klose en un error de Rüstü, que salió en falso ante un centro de Lahm. Para suerte de Terim, sin embargo, el portero alemán es igualmente malo, y Semih le retrató poco después en un centro estupendo de Sabri. Volvía el encuentro al punto de partida y nadie apostaba contra Turquía. Hasta que arrancó Lahm, tiró la pared con Hitzlsperger, y se venció Kazim, se fue arriba Alemania y cayó Turquía. A ningún alemán se le ocurrió tirar el balón fuera del campo. Alemania, siempre tan eficaz y altiva, nunca perdona ni hace concesiones y menos a Turquía, que vuelve a casa con la grandeza del que sabe tener la razón y se la niegan.
Ocurre que no hay dos partidos iguales ni una fórmula infalible en el fútbol. Alemania salió al campo como si no hubiera partido. Destensados, sus jugadores empezaron a taconear, a jugar al pie, sin tirar un desmarque, faltos de velocidad y agresividad, superados por la valiente Turquía. La fuerza de los turcos no está en la alineación sino en el colectivo que ocupa la cancha y en la hinchada que grita en la grada y sale a la calle, poseídos todos por una determinación sobrenatural. La fe del ultranacionalista Terim es contagiosa incluso para el extremo londinense Kazim-Kazim.
Al seleccionador le alcanzó con los 18 jugadores que constaban en el acta para disputarle la victoria a Alemania. Ni siquiera la falta de Arda Turan y de Nihat, dos jugadores que marcan diferencias, debilitaron a un plantel tan escaso de recursos que Servet Cetin se sentó en el banquillo pese a que se le han diagnosticado cinco lesiones. Turquía tomó la pelota nada más comenzar el partido y le dio una lección de fútbol a Alemania.
Muy bien plantados, con Kazim y Ugur Boral abriendo el terreno y Mehmet Aurelio reduciendo a Ballack, los turcos acamparon en campo alemán. El suyo fue un despliegue tan intimidador como hermoso por la facilidad con que le escondieron la pelota y alcanzaron la portería de Lehmann, desquiciado desde el remate de Altintop a los cinco minutos. Turquía tiraba con bala ante la acobardada Alemania: los laterales no podían con los extremos y a los centrales les entraba el vértigo con los movimientos de Semih y las entradas del lateral Sabri.
Así llegó el gol de Ugur Boral en un rechace del travesaño después de un tiro de Kazim. Turquía vio que tiritaba el meta y la zaga alemanas y les sacudió con un juego dinámico, alegre, muy coral. A Alemania le redimió como ya es costumbre la fortuna, pues alcanzó el empate en la única llegada franca que tuvo antes del descanso. Podolski profundizó por la izquierda y su centro lo remató Schweinsteiger en una acción calcada a la del gol que le metió a Portugal. La igualada, sin embargo, no alteró el tono del encuentro. Jugaba Turquía contra Lehmann. No había noticias de Ballack, atado por Aurelio. El partido pertenecía a un turco del Bayern Múnich: Hamit Altintop.
Frings acudió entonces en ayuda de Ballack y Alemania ganó un poco de energía. Lahm empezó a salir de su área, Schweistenger pidió la pelota y a los turcos perdieron encanto porque empezaron a repartir estopa. Iban a defender fuerte después de atacar con gracia, y su sentido de la solidaridad auguraba que para Alemania el partido continuaría siendo muy complicado. Turquía organizaba unos rondos estupendos, prueba evidente de su técnica y harmonía, frente a quien la considera una horda. Los turcos son unos buenos peloteros y su dominio del cuero y buena lectura del juego se agranda cuando enfrentan a rivales físicos del estilo de Alemania. A excepción de Portugal, nadie ha sabido cómo jugarle a Turquía.
El monólogo de los turcos fue tan amplio que incluso le concedieron un gol a Klose en un error de Rüstü, que salió en falso ante un centro de Lahm. Para suerte de Terim, sin embargo, el portero alemán es igualmente malo, y Semih le retrató poco después en un centro estupendo de Sabri. Volvía el encuentro al punto de partida y nadie apostaba contra Turquía. Hasta que arrancó Lahm, tiró la pared con Hitzlsperger, y se venció Kazim, se fue arriba Alemania y cayó Turquía. A ningún alemán se le ocurrió tirar el balón fuera del campo. Alemania, siempre tan eficaz y altiva, nunca perdona ni hace concesiones y menos a Turquía, que vuelve a casa con la grandeza del que sabe tener la razón y se la niegan.
tomado de http://www.elPais.com/
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