Pep Guardiola suele lanzar mensajes de cordura, mesurados, en medio de la euforia general. Sorprendió que la víspera de Mestalla (2-2) dijera "nos jugamos buena parte del campeonato"; y quizás haya acertado. No menos llamativa fue su frase de ayer, vigilia de otro duelo no menos crucial: "Si el partido es de ida y vuelta no tenemos nada que hacer". Tiembla el Camp Nou, de emoción porque la final de la Champions League está a 180 minutos vista, pero también de miedo, porque el Chelsea, aunque mermado por las bajas (Carvalho, Ashley Cole, Deco, Paulo Ferreira, Joe Cole), ha recobrado el gesto fiero de ayer gracias a la mano de Guus Hiddink.
Teme Guardiola, y con él todo el barcelonismo, que se imponga el físico, que haya más velocidad en las piernas que en la circulación del balón, que el renacido Lampard conecte con el rejuvenecido Drogba y la pesadilla se llame contraataque, que Essien se parezca a aquel Sissoko del Liverpool y se adueñe del mediocampo a base de ponerle un par de pulmones a su tarea de corte y destrucción, que Xavi sufra asfixia, que Iniesta reciba una tunda... Todo eso se aparece en los peores sueños del pueblo culé.
Optimismo.
Pero hay otro tipo de alucinación, y no menos válida. Los motivos para el optimismo del Barça se llaman, sobre todo, Messi, Etoo y Henry. Marcado por las ausencias en los laterales, el Chelsea deberá echar mano de Belletti y Bosingwa, que en condiciones normales sería la segunda o tercera opción para Hiddink. Las bandas serán un terreno abonado para las incursiones del Pulga, de Alves, de Henry, de Iniesta, y cuando el Chelsea quiera reforzar los costados dejará espacios por el centro, por donde se moverá Etoo o se asomará Xavi. Todo dependerá de la velocidad con que circule la pelota de un pie al otro, porque si va más por el aire que por el pasto significará que el Chelsea ha encontrado mejor el camino hacia Roma.
La semana crucial del Barça comienza hoy, en este primer peldaño de una escalera que pasa por Chamartín y acaba en Londres. Un traspié podría acabar en revolcón fatal.
Los ingleses esconden todo y no se entrenaron
La llegada del Chelsea se produjo ayer por la tarde, con el tiempo justo para cambiar el avión por el autocar y enfilar el camino del Camp Nou. La expedición inglesa ni siquiera pasó por la terminal del aeropuerto de El Prat, salió directamente desde la pista de aterrizaje y, puesta a esconder todo lo referente a su estado de preparación, declinó la posibilidad de entrenarse en el estadio del Barça. Guus Hiddink dirigió la última sesión preparatoria en Londres, para evaluar en qué estado se presentará esta noche, condicionado como está por las bajas. La entrada al hotel donde se alojan los ingleses, próximo al Camp Nou, resulta imposible para los medios de comunicación. El secretismo es máximo
Teme Guardiola, y con él todo el barcelonismo, que se imponga el físico, que haya más velocidad en las piernas que en la circulación del balón, que el renacido Lampard conecte con el rejuvenecido Drogba y la pesadilla se llame contraataque, que Essien se parezca a aquel Sissoko del Liverpool y se adueñe del mediocampo a base de ponerle un par de pulmones a su tarea de corte y destrucción, que Xavi sufra asfixia, que Iniesta reciba una tunda... Todo eso se aparece en los peores sueños del pueblo culé.
Optimismo.
Pero hay otro tipo de alucinación, y no menos válida. Los motivos para el optimismo del Barça se llaman, sobre todo, Messi, Etoo y Henry. Marcado por las ausencias en los laterales, el Chelsea deberá echar mano de Belletti y Bosingwa, que en condiciones normales sería la segunda o tercera opción para Hiddink. Las bandas serán un terreno abonado para las incursiones del Pulga, de Alves, de Henry, de Iniesta, y cuando el Chelsea quiera reforzar los costados dejará espacios por el centro, por donde se moverá Etoo o se asomará Xavi. Todo dependerá de la velocidad con que circule la pelota de un pie al otro, porque si va más por el aire que por el pasto significará que el Chelsea ha encontrado mejor el camino hacia Roma.
La semana crucial del Barça comienza hoy, en este primer peldaño de una escalera que pasa por Chamartín y acaba en Londres. Un traspié podría acabar en revolcón fatal.
Los ingleses esconden todo y no se entrenaron
La llegada del Chelsea se produjo ayer por la tarde, con el tiempo justo para cambiar el avión por el autocar y enfilar el camino del Camp Nou. La expedición inglesa ni siquiera pasó por la terminal del aeropuerto de El Prat, salió directamente desde la pista de aterrizaje y, puesta a esconder todo lo referente a su estado de preparación, declinó la posibilidad de entrenarse en el estadio del Barça. Guus Hiddink dirigió la última sesión preparatoria en Londres, para evaluar en qué estado se presentará esta noche, condicionado como está por las bajas. La entrada al hotel donde se alojan los ingleses, próximo al Camp Nou, resulta imposible para los medios de comunicación. El secretismo es máximo
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