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domingo, 19 de octubre de 2008

Atlético 1 - Real Madrid 2


Nueve años son toda una vida deportiva, una carrera profesional entera, más años de los que la mayoría de los futbolistas alcanzan a jugar en la élite. Nueve años, camino del décimo, son los que lleva el Atlético sin ganar al Real Madrid. Hay jugadores que han pasado por el club sin saber lo que es ganar al Madrid, como hay futbolistas que podrán presumir toda su vida de que nunca perdieron contra el Atlético. Como dirían en Argentina, el Madrid al Atlético lo tiene de hijo. Toda una temporada pasa el Atlético esperando este encuentro para volver a desperdiciar tanto trabajo en apenas 34 segundos, los que necesitó Van Nistelrooy para batir a Leo Franco. Medio minuto, eso es lo que tardó el Madrid en sorprender al Atlético. Y no es la primera vez. Simao, que completó una segunda parte magnífica, empató de falta directa en el 90 y cuando el choque agonizaba Higuaín transformó un penalti cometido con toda la torpeza del mundo por Heitinga sobre Drenthe.
Hay costumbres y vicios que se transmiten generación tras generación. Más complicado es transmitir una virtud. En la última década, en el Atlético se heredan con enorme facilidad los errores, hasta el punto de que las nuevas generaciones los asumen y los hacen propios con toda naturalidad. Incluso hay quien se empeña en perfeccionarlos. Ganar es un hábito, pero también puede convertirse en una obsesión. Y bajo esa perniciosa influencia se maneja el Atlético en la última década cada vez que se mide al Madrid. En los derbis siempre parece menos equipo de lo que algunos presuponen y es el momento de la temporada en el que sus carencias se hacen más evidentes.
Y nadie sabe aprovecharse mejor de ellas que el Real Madrid, especialista en desnudar la defensa del Atlético, que vive entre la inocencia y la torpeza. Elijan cualquiera de los dos calificativos para definir la actuación de los jugadores rojiblancos en el gol de Van Nistelrooy. Apenas se habían consumido 34 segundos de partido, el holandés recibió en el borde del área, se dio la vuelta con toda la naturalidad del mundo y batió a un mal colocado Leo Franco. Mientras, los compañeros del portero argentino miraban vaya usted a saber dónde, quizá buscaban en la grada a sus familiares o pensaban con qué rival se iban a cambiar la camiseta. Lo único seguro es que no estaban centrados en jugar al fútbol, en su trabajo. Error infantil, inadmisible, injustificable por repetido. Recibir un gol en el primer minuto deja de ser una anécdota cuando se produce con reiteración.
El desastre para el Atlético pudo ser peor. Raúl estuvo cerca de sorprender a Leo Franco en el lanzamiento de una falta a los dos minutos, tal y como hizo el Barcelona dos semanas atrás con Coupet, y Sneijder remató al larguero en el tres. En 180 segundos, en menos tiempo del que se necesita para comprar una entrada para el partido, se pudo haber acabado el derbi.
Había reforzado Javier Aguirre el centro del campo, donde amontonó a Paulo Assunçao, Banega, Raúl García y Maniche, distribuidos en rombo, con Banega en el vértice superior. La pretensión, se supone, era ahogar la salida de balón del Madrid y dominar el encuentro a partir de esa teórica superioridad en el centro, donde el Madrid formó con Gago, De la Red y Sneijder. Se desconoce si el planteamiento de Aguirre fue acertado o no. Sólo tuvimos medio minuto para calibrar la decisión del mexicano.
Desconcertado por el gol recibido, el Atlético necesitó 15 minutos para coger aire y acercarse a Casillas. Fue Pernía, el lateral izquierdo, quien primero probó a Iker, que respondió con solvencia. Las tradiciones se mantenían en los dos bandos.
Lo que vino después y hasta el descanso fue una acumulación de errores del árbitro, Clos Gómez, que estuvo cerca del pleno, de equivocarse en todas las decisiones de peso que tomó. Primero anuló un gol legal a Van Nistelrooy por fuera de juego inexistente, y a continuación no dio validez a un tanto de Raúl por presunto fuera de juego, cuando Heitinga estaba en línea con el 7 blanco, una decisión discutible, disculpable. Con el reloj acariciando la media hora mostró la roja a Perea por dar un manotazo absurdo a Sneijder y cerca del descanso se excedió al expulsar a Van Nistelrooy por derribar a Maniche.
Estuvo Clos Gómez a la altura de la defensa del Atlético, que recompuso líneas con la salida de Raúl García y la entrada de Antonio López para actuar de lateral derecho, donde anda errante, como un taxi por el desierto, que cantaba Joaquín Sabina.
Lo que nos dejaron los equipos y los despropósitos del árbitro en la primera parte fue un encuentro más intenso que preciso, algo de lo que también se vio después de pasar por los vestuarios. Se decidió a arriesgar Aguirre, que retiró a Pernía para dar entrada a Simao y dispuso una defensa de tres, con Heitinga, Ujfalusi y Antonio López, y el equipo se desperezó.
Agüero vio el desolador panorama que tenía a su alrededor, asumió la responsabilidad, pidió el balón y recostado en la banda derecha jugueteó con la defensa del Madrid, que sufrió como no lo había hecho en el primer tiempo. Como sufrió de ahí hasta el final Sergio Ramos con Simao, que se impuso con claridad en ese duelo particular. Pocos futbolistas han puesto en evidencia tan seguido a Ramos como hizo el portugués.
Abrió el campo el Atlético y el Madrid lo pasó mal, muy mal. Avisó primero Banega y después Agüero dejó en evidencia a Cannavaro, al que ganó la espalda, para inventarse un disparo que rozó el poste. El Kun y Simao, demasiado aislados, lo intentaron y obtuvieron su recompensa cuando el partido agonizaba, en un falta transformada con elegancia por el portugués. Premio merecido para Simao.
Se había refugiado el Madrid cerca de Casillas para buscar la sentencia al contragolpe, como tantas veces ha hecho, pero esta vez no estaba Van Nistelrooy para hacer el trabajo. Raúl apenas aportó nada en ataque y el argentino Higuaín se esforzó en fallar toda ocasión que tuvo. Así fue hasta que con el choque casi cerrado Drenthe se animó a encarar a Heitinga, que en un acto de suma torpeza completó su pésimo partido derribando a su compatriota. Higuaín demostró una enorme personalidad, cogió el balón, se situó en los once metros y batió a Leo Franco.
Higuaín dejó con ese gol las cosas en su sitio, como han sido desde hace nueve años, y dio la victoria a un Madrid que fue superior. Partido tan intenso como impreciso que el Madrid debió sentenciar antes y que deja al descubierto las limitaciones del Atlético, que encadena su tercera derrota consecutiva.

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