No hubo duelo. En realidad, no hubo partido. Se podría decir que el Atleti duró 8 minutos y sería una afirmación generosa. No duró nada, salió derrotado del vestuario donde se dejó la concentración, la seriedad y el hambre. Tal vez, hasta parte del prestigio. El Barça navegó sobre la ola favorable con estilo y grandeza, encantado de haberse conocido y aún más de haber conocido a aquellos hombrecillos despistados que correteaban vestidos de rojo y blanco. Entre ellos, el aspirante al trono de Messi, Agüero, más víctima de sus compañeros que de sus errores. Ayer, el rey azulgrana salió reforzado y aclamado por el pueblo. Se lo mereció.
Cada gol del Barcelona fue un despropósito del Atleti, decidido a recuperar su fama de circo defensivo en media hora. Y a fe que lo logró. Desde hace cinco años, el único peligro azulgrana a balón parado han sido las apariciones de Márquez en el primer palo. Todo el mundo lo sabe. Bueno, Aguirre y los suyos no o se hicieron muy bien los tontos, porque a los tres minutos el central mexicano cabeceó solito para abrir la cuenta. Y les prometo que entrenan y ven vídeos. Lo mismo les ponen Bambi.
Y antes de que el aficionado atlético medio terminase de jurar en hebreo, Ujfalusi hizo un penalti innecesario a Messi, que se iba hacia fuera. Fue faltita, pero el checo no estuvo listo, ya que la jugada no tenía mucho futuro. Etoo marcó y dio paso al tercer acto de la farsa. El más absurdo. Una falta en la frontal, nadie del Barça pide barrera y, mientras Coupet se apoya en el poste para colocar la barrera, ésta caza gamusinos y Raúl García mira al suelo en vez de tapar el balón, Messi dispara y la pelota entra mansamente en la portería vacía. El Atleti sólo pudo rogar al cielo que le tragase la tierra. No sucedió. Por desgracia para él.
Habían pasado 8 minutos y las buenas sensaciones de este Atleti, la solidez de Ujfalusi y Heitinga y la concentración constante del equipo descansaban enterradas a dos metros bajo tierra. El vendaval había sido tal que nadie recordaba los problemas defensivos que arrastra el Barça. Sólo un arranque de orgullo de Maxi, el viejo capitán que vivió días más felices en el Camp Nou, mostró al mundo que el gran problema del plan Guardiola es su mandíbula de cristal. Un tiro, un gol. Pero el rojiblanco se lesionó en el disparo. Forlán, Simao, Maniche, Pablo, Seitaridis, Kun tocado, ahora Maxi... Lo de los servicios médicos del Atleti es digno de MASH.
El 3-1 fue un espejismo. Cinco minutos después, nadie consideró que Etoo, solo en la frontal del área, fuese digno de atención y el camerunés lo agradeció recordando al mundo que él al 70 por ciento es más que casi todos los delanteros del mundo. Con 4-1, el Barça entendió que era el momento de darle el espaldarazo definitivo a su nuevo proyecto. Presionó muy arriba, llegando a tener un porcentaje de posesión casi sonrojante. Y, claro, poner la pelota en los pies de Xavi es como ir a un museo o a un pase de lencería, cada cual según sus intereses: una gozada para la vista.
Sin perdón. Una y otra vez, se plantaba el Barça frente al aturdido Coupet. Iniesta se topó dos veces con el palo, aunque Gudjohnsen aprovechó una de ellas para marcar mientras los defensas del Atleti hablaban del tiempo. Luego Messi rozó el gol del año, cuando desperdigó rivales desde mediocampo y la picó por encima de Coupet ligeramente desviada. Mientras, a lo lejos, el pobre Kun esperaba un balón que nunca llegó. Aguirre le quitó en el 57' (doce minutos tarde) y no fue día para sacar conclusiones sobre él. No tuvo opción.
La segunda parte fue casi gore, una muerte en directo. El Barça sólo apretó cuando entraron Henry y Bojan con ganas de fiesta. Y la tuvieron en una gran jugada entre ambos que el francés remató con su aire habitual de genio displicente. Lo demás fue tiempo para la reflexión. El Barça encontró el camino a la red, lo que más añoraba, ya que el fútbol siempre lo tuvo. El Atleti descubrió que la temporada se le va a hacer tan larga como corta la plantilla. Tiene ahora catorce días para sanar heridas. Más le vale lograrlo porque llega el derbi.
El detalle: Etoo no aceptó bien su cambio
En el minuto 59, Guardiola decidió dar entrada a Henry en lugar de Etoo, que llevaba dos goles y buscaba el hat-trick para empatar a Villa como pichichi con seis. El camerunés no aceptó de buen grado el cambio y se marchó con mala cara, aunque abrazó al francés cuando llegó a su altura y luego aceptó la mano que le tendía el técnico en el banquillo.
Cada gol del Barcelona fue un despropósito del Atleti, decidido a recuperar su fama de circo defensivo en media hora. Y a fe que lo logró. Desde hace cinco años, el único peligro azulgrana a balón parado han sido las apariciones de Márquez en el primer palo. Todo el mundo lo sabe. Bueno, Aguirre y los suyos no o se hicieron muy bien los tontos, porque a los tres minutos el central mexicano cabeceó solito para abrir la cuenta. Y les prometo que entrenan y ven vídeos. Lo mismo les ponen Bambi.
Y antes de que el aficionado atlético medio terminase de jurar en hebreo, Ujfalusi hizo un penalti innecesario a Messi, que se iba hacia fuera. Fue faltita, pero el checo no estuvo listo, ya que la jugada no tenía mucho futuro. Etoo marcó y dio paso al tercer acto de la farsa. El más absurdo. Una falta en la frontal, nadie del Barça pide barrera y, mientras Coupet se apoya en el poste para colocar la barrera, ésta caza gamusinos y Raúl García mira al suelo en vez de tapar el balón, Messi dispara y la pelota entra mansamente en la portería vacía. El Atleti sólo pudo rogar al cielo que le tragase la tierra. No sucedió. Por desgracia para él.
Habían pasado 8 minutos y las buenas sensaciones de este Atleti, la solidez de Ujfalusi y Heitinga y la concentración constante del equipo descansaban enterradas a dos metros bajo tierra. El vendaval había sido tal que nadie recordaba los problemas defensivos que arrastra el Barça. Sólo un arranque de orgullo de Maxi, el viejo capitán que vivió días más felices en el Camp Nou, mostró al mundo que el gran problema del plan Guardiola es su mandíbula de cristal. Un tiro, un gol. Pero el rojiblanco se lesionó en el disparo. Forlán, Simao, Maniche, Pablo, Seitaridis, Kun tocado, ahora Maxi... Lo de los servicios médicos del Atleti es digno de MASH.
El 3-1 fue un espejismo. Cinco minutos después, nadie consideró que Etoo, solo en la frontal del área, fuese digno de atención y el camerunés lo agradeció recordando al mundo que él al 70 por ciento es más que casi todos los delanteros del mundo. Con 4-1, el Barça entendió que era el momento de darle el espaldarazo definitivo a su nuevo proyecto. Presionó muy arriba, llegando a tener un porcentaje de posesión casi sonrojante. Y, claro, poner la pelota en los pies de Xavi es como ir a un museo o a un pase de lencería, cada cual según sus intereses: una gozada para la vista.
Sin perdón. Una y otra vez, se plantaba el Barça frente al aturdido Coupet. Iniesta se topó dos veces con el palo, aunque Gudjohnsen aprovechó una de ellas para marcar mientras los defensas del Atleti hablaban del tiempo. Luego Messi rozó el gol del año, cuando desperdigó rivales desde mediocampo y la picó por encima de Coupet ligeramente desviada. Mientras, a lo lejos, el pobre Kun esperaba un balón que nunca llegó. Aguirre le quitó en el 57' (doce minutos tarde) y no fue día para sacar conclusiones sobre él. No tuvo opción.
La segunda parte fue casi gore, una muerte en directo. El Barça sólo apretó cuando entraron Henry y Bojan con ganas de fiesta. Y la tuvieron en una gran jugada entre ambos que el francés remató con su aire habitual de genio displicente. Lo demás fue tiempo para la reflexión. El Barça encontró el camino a la red, lo que más añoraba, ya que el fútbol siempre lo tuvo. El Atleti descubrió que la temporada se le va a hacer tan larga como corta la plantilla. Tiene ahora catorce días para sanar heridas. Más le vale lograrlo porque llega el derbi.
El detalle: Etoo no aceptó bien su cambio
En el minuto 59, Guardiola decidió dar entrada a Henry en lugar de Etoo, que llevaba dos goles y buscaba el hat-trick para empatar a Villa como pichichi con seis. El camerunés no aceptó de buen grado el cambio y se marchó con mala cara, aunque abrazó al francés cuando llegó a su altura y luego aceptó la mano que le tendía el técnico en el banquillo.
tomado de www.as.com
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